LIMPIA DE ASEQUIAS Y
JUECES DE AGUA
Muchas de las
tradiciones conchucanas han sido producto no solo del mestizaje, sino que,
también son herencias prehispánicas que han sobrevivido a lo largo del tiempo,
primigeniamente mantenida por las organizaciones como las pachacas ancestrales
y posteriormente por campesinos dueños de las cementeras de las que eran propietarios o posesionarios.
Una de esas tradiciones
es la LIMPIA DE ASEQUIAS que empieza con la acequia principal que irrigaba las
cementeras de Muchoagran, Alaguay y la Colpa y que tiene como boca toma un
lugar cercano a Agua sarca y “misayojo” que capta las aguas del pequeño río
denominado Muchoagran. Mis recuerdos me conducen a la algarabía que ocasionaba
este acontecimiento, cuando mi padre y mis tíos se apresuraban a preparar las lampas y barretas
que iban a ser utilizadas al 03 de Mayo
en la limpia de la famosa asequia que empezaba en la bocatoma antes
descrita, a la que arribaban rayando el
alba todos los propietarios, sus mingas o cualquiera que quisiera trabajar en
este hermosa y solidaria faena. El mes
de Mayo era propicio para realizar este trabajo, pues pasado el invierno de los
meses de Enero a Abril, las cementeras se llenaban de un agradable verde, que se iban matizando con el
azul florear de las pichanas y el amarillo intenso de las mostazas que
empezaban a florear dentro de las chacras de trigo, de cebada, de “piluncho” o
en los maizales dentro de los cuales germinaban los sabrosos choclos que con
posterioridad iban a dar paso a las humitas, la chochoca o simplemente al
delicioso choclo que era devorado con queso o simplemente con un “gallo sonso” .
La “sequia” debía de estar limpia para dejar transcurrir las limpias aguas que inundarían a las
sedientas chacras y mantener la esperanza de una buena cosecha. Recuerdo mucho
a personajes que partieron hace tiempo, pero que dejaron mil recuerdos de solidaridad y bonhomía como don Nicolás Ragas, que tenía una chacra
cercana a la de mi padre, Germán Lara, Ramos Salinas, Juan Acosta, Marcelino
Eusebio, Isaac Lara, Manuel Herrera, Isaac Eusebio, Victo Lara, Rosendo y Tomas
Gil, Lucas Cardoso, Arcadio Salinas, Arcadio Gil, Felicio Anticona, Mamerto
Ayala, Concepción Ayala y otros tantos,
quienes hacían que esta faena fuera muy amena, pero por sobre todo fuera
inolvidable. A media mañana y cuando el
sol empezaba a repuntar con intensidad sobre las espaldas de los alegres
trabajadores, llegaba la sabrosa chicha en cantaros que era llevada por los
pollinos en un aparejo en que eran a arreglados de tal forma que no derramaran
ni se destrozaran con el sabroso y revitalizante líquido y era la hora también
para hacer un alto en la faena para tomar la chicha, matizado con un buen
aguardiente de caña y el infaltable “bolo”, era la ocasión para demostrar quien tenía el más hermoso “checo” y la talega o piccha en la cual se llenaba la
hoja sagrada previamente picada para que calzara la mayor cantidad posible, era
cuando los chirocos también empezaban a
dar cuenta de su faena haciendo retumbar la caja que acompañaba al lastimero pero a la vez alegre
sonido de la flauta, lo que hacía que el gentío sintiera mayo algarabía, la
charla se amenizaba más y las ganas de acabar la obra se intensificaba.
Por otro lado empezaba
a vislumbrarse por el camino de la colpa a las locreras, cargando sobre sus
espaldas los deliciosos manjares preparados para el almuerzo; mechados,
shambar, ocas hervidas, estofados, picantes de cuy y gallinas, constituían los
ricos potajes que iban a matar el hambre de los hambrientos hombres que
trabajaban para dejar la asequi limpia.
La faena de la Limpia
de Asequia, contaba con la participación activa de los Alcaldes Pedáneos,
quienes con sus varas negras en forma de bastón coronadas con plata,
representaban a la autoridad comunal. Los Alcaldes Pedáneos estaban acompañados
de su cuerpo de regidores, el Regidor Mayor, el Regidor Menor y el Regidor
Shullca y dentro de ellos había un personaje que, una vez que la acequia
quedara limpia iba a convertirse en la máxima autoridad del agua, a quien se
tenía que acudir a solicitar el permiso para obtener agua para el riego, y
quien era también el que cuidaría del líquido elemento y la administraría durante todo el año: EL JUEZ
DE AGUA. El Juez de agua era designado por la Comunidad, nadie podría regar sin
su autorización y el agua era otorgada en “una punta” o “dos puntas” dependía
del caudal del río, también castigaba a aquellos que osaran llevar el agua sin
su autorización a quienes se les
marginaba del riego casi hasta ser los últimos, y nadie hubiese querido que sus
cementeras se secaran, por lo que casi nunca hubo castigos que yo sepa.
Llegaba la hora del
almuerzo, ya las locreras habían llegado a la loma de la Colpa, donde se
tendías los pullos que iban a hacer de mesas y sobre los cuales se empezaba a
colocar los platos con los manjares preparados para tal ocasión. Llegaban los
labriegos convertidos en limpiadores de “sequia” , con la chispa amenizada por
las roncadoras y la abundante chicha y en largas filas al costado de los “pullos” se sentaban para
devorar el almuerzo, uno de los más alegres que he gozado en mi niñez, pues se
comentaban largas historias, se contaban chistes propiciados por ellos mismos,
se elogiaban a las mujeres que habían hecho posible aquel rico almuerzo y,
todos absolutamente todos comían y probaban cada una de las comidas que se
habían servido, allí estaba la rica cancha tostada de maíz paccho, el
shinte hecho con habas de “Llamacocha”,
las ocas de “Aulla”, soleaditas, negras y chinbinas, los chochos, escaso
potaje, pero que ya se preparaba en conchucos y, éste había sido traído y
cambiado con papas desde Pallasca, Huacashuque o Shindol. Era un almuerzo de
ensueño, pues todos eran uno solo, no había rencillas ni tiempo para ellas,
eran los primos, los hermanos, las galiadas que se juntaban para un día de
trabajo, que a la vez era de fiesta. Estos son mis recuerdos de hechos tan
maravillosos, son los recuerdos de la gente a quien amamos, de la gente que nos
enseñó el camino que hoy caminamos. Posterior a esta Limpia de Asequia
empezaba en las demás cementeras como
Majada, acequia de irrigaba, Majada, Sulchir, Grande y Sulchir Chico, Chagato,
Puquiera, Marcupampa, etc. Esta costumbre es ancestral en la tierra que me vio
nacer, que el tiempo no lo lleve.
Bonito relato, me gustaría saber quien lo escribe, como bien lo relata, se comenzaba con la acequie de muchuagran, como en sus orígenes eran tierras comunales en la que las personas notables se agarraron las mejores tierras, después dos grandes acequias como son la de cayarenga y la de callampampa, después otras mas pequeñas pero no menos importantes como son la de pacashana y la de sobre flor del Valle que viene de las vertientes de guagor y la mas "reciente la de Aulla que viene desde el rió Yanabamba, acequia que fue puesta nuevamente en uso en los primeros años del 60.
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