LUCERO DE LA MAÑANA
Definitivamente Justo García había nacido para danzar...el baile se constituia como una magia efervescente que le brotaba por los poros,...definitivamente había nacido para bailar.
No había comparsa ni funcia en la que Justo García no apareciera a bailar, en las de las fiestas de Mayo cuando se brinda homenaje a las Cruces y al agua, en las de Agosto por la Mama Shunsha y de San Lorenzo, el Patrón destronado; pero el reto mayor era danzar como quispe cóndor para la fiesta de Septiembre. Siempre se había fascinado verse como danzarín de este festejo, ya sea por el baile solitario que desplegaba este danzante, ya sea por el misterio que se tejía sobre el, pués se decía que tenía que bailar desde antes que apareciera el lucero de la mañana, cuando aún no había ni un alma caminando por las calles de pueblo, ese era el secreto para no morir en el intento. Justo García había nacido para bailar, y no había china que no se fijara en su danza, y no había china que no se fijara en su frágil y grácil figura, ese fue el éxito que tenía con ellas, pues ninguna que le dio una sonrisa, se libro de su fascinación amatoria.
Era domingo, no un domingo cualquiera, era el 14 de septiembre, día central de la febril fiesta conchucana, y era el día en que todos los danzantes, sea Pallas, Indios Pieles rojas, Pabellones y por supuesto el Quispe Cóndor debería de desplegar toda su gracia en homenaje al Patrón. La Noche anterior se le vio a Justo García junto a su cajero danzando en uno de los priostes del alba, había desplegado una acrobática danza ayudado por algunos tragos de “gro” (aguardiente), salió de la casa diciendo que volvería al día siguiente, pues era hora de descansar nuevamente para ganar al lucero del alba y es así que todos lo vieron marcharse. Al día siguiente no se escucho el tronar de la vieja caja. Justo García el bailarín danzante yacía junto al árbol de alcanfor que crece a las orillas del río llamacocha, con la sonrisa en los labios y la mirada perdida, pues el día anterior las constelaciones habían confabulado en su contra, el lucero salió antes que el Quispe Condor cruzára el umbral de la casa bailando, debiendo pagar con su vida la profesia añeja: si te gana en salir el lucero de la mañana, procura no bailar Quispe cóndor, pues caso contrario te iras por el camino que no tiene retorno, pues el diablo se hará cargo de tu alma. Así se fue Justo García, apegado a su sonrisa, a su especial don para el baile del Quispe Cóndor y con su devoción a la fiesta grande de Septiembre, la fiesta del viejito Capalacho.
No había comparsa ni funcia en la que Justo García no apareciera a bailar, en las de las fiestas de Mayo cuando se brinda homenaje a las Cruces y al agua, en las de Agosto por la Mama Shunsha y de San Lorenzo, el Patrón destronado; pero el reto mayor era danzar como quispe cóndor para la fiesta de Septiembre. Siempre se había fascinado verse como danzarín de este festejo, ya sea por el baile solitario que desplegaba este danzante, ya sea por el misterio que se tejía sobre el, pués se decía que tenía que bailar desde antes que apareciera el lucero de la mañana, cuando aún no había ni un alma caminando por las calles de pueblo, ese era el secreto para no morir en el intento. Justo García había nacido para bailar, y no había china que no se fijara en su danza, y no había china que no se fijara en su frágil y grácil figura, ese fue el éxito que tenía con ellas, pues ninguna que le dio una sonrisa, se libro de su fascinación amatoria.
Era domingo, no un domingo cualquiera, era el 14 de septiembre, día central de la febril fiesta conchucana, y era el día en que todos los danzantes, sea Pallas, Indios Pieles rojas, Pabellones y por supuesto el Quispe Cóndor debería de desplegar toda su gracia en homenaje al Patrón. La Noche anterior se le vio a Justo García junto a su cajero danzando en uno de los priostes del alba, había desplegado una acrobática danza ayudado por algunos tragos de “gro” (aguardiente), salió de la casa diciendo que volvería al día siguiente, pues era hora de descansar nuevamente para ganar al lucero del alba y es así que todos lo vieron marcharse. Al día siguiente no se escucho el tronar de la vieja caja. Justo García el bailarín danzante yacía junto al árbol de alcanfor que crece a las orillas del río llamacocha, con la sonrisa en los labios y la mirada perdida, pues el día anterior las constelaciones habían confabulado en su contra, el lucero salió antes que el Quispe Condor cruzára el umbral de la casa bailando, debiendo pagar con su vida la profesia añeja: si te gana en salir el lucero de la mañana, procura no bailar Quispe cóndor, pues caso contrario te iras por el camino que no tiene retorno, pues el diablo se hará cargo de tu alma. Así se fue Justo García, apegado a su sonrisa, a su especial don para el baile del Quispe Cóndor y con su devoción a la fiesta grande de Septiembre, la fiesta del viejito Capalacho.
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